Cuando un bebé nace,  no sabe quién es. Poco a poco relaciona las palabras que escucha con los objetos que le muestran. Así como aprende lo que significan las diferentes palabras, aprende lo que él/ella es, es decir, adquiere una imagen de sí mismo/a.

Cuando dice “yo soy”, repite lo que papá y mamá dicen de él/ella, cuando platican con otras personas o cu

autoimagen

ando le dicen “eres…” o “no seas…” El/ella escucha estas palabras y como son dichas por papá y mamá, las cree, nunca las cuestiona y pa

san a formar parte de su autoimagen.

La autoeimagen está compuesta, además, por las conclusiones que el bebé obtiene a partir de la forma como lo tratan. Si sus padres y otras personas importantes en su vida lo ignoran, piensa “es porque no me quieren” y concluye  (muy dentro de su ser el mensaje que recibe es…) “seguramente no soy digno/a de ser querido/a”.

La autoimagen determina tu actitud ante la vida. Si piensas que eres capaz, te vas a sentir motivado para actuar y vas a tener éxito. Si crees que eres incapaz, la mayor parte de las veces ni siquiera lo vas a intentar y tus esfuerzos van a ser poco exitosos.

Las etiquetas que afectan son aquellas que escuchas con mucha frecuencia de las personas que son valiosas para ti o que son el resultado de relaciones significativas.

El problema es que esas etiquetas no son un reflejo real de ti.  Sólo muestran la manera de pensar de la gente que fue parte de tu vida. Recuerda que tu existencia no depende de otros. La coherencia interna es un elemento clave para definir una auotoimagen sana. Pensar, decir y hacer lo mismo con convicción y sin contradicciones, son las condiciones que no pueden faltar en una autoimagen sana.