El viernes 8 de marzo tuve el honor de hacer una presentación en el evento del Día de la Mujer celebrado en Summerville, South Carolina, lo cual se convirtió para mí en una fuente de aprendizaje por las dosis de amor y compasión que allí se vivió. En ese lugar, panelistas de los diferentes campos de acción de la comunidad se hicieron presentes; las participantes de diferentes países dijeron sí a un evento que buscaba crear unidad e integración.

Fue hermoso observar que aquello que nos puede separar se desvaneció ese día: la diferencia entre los lugares de origen se disolvió, los diferentes niveles de educación se olvidaron y la historia de cada una se respetó. El valor y la admiración por la madre soltera se sintió, motivar a la que limpia casas se escuchó, la sorpresa por aquella que de desempleada un día pasó a convertirse en dueña de un negocio fue una de las historias que se contó. En fin, las historias de dolor, de amor de primera o tercera generación enternecieron mi corazón.

Al final de la noche quedaron nuevas conexiones en nuestro cerebro de lo aprendido y lo vivido. Quedaron deseos de reencontrarnos en otros espacios para seguir creciendo y seguir brillando, pero sobre todo quedó claro que la evolución es posible cuando estamos en comunidad, y desde ahí se puede soñar y crear bienestar, lo cual es lo que permite multiplicar las palabras, las sonrisas y el amor que brindan las mujeres que son espíritus de luz.
