En la ceremonia de transición de cachorros a Scouts tuve la oportunidad de reflexionar sobre la zona de comodidad. Ese espacio en el que vivimos y existimos casi que con los ojos cerrados porque no nos exigimos.
En la ceremonia los niños pasaron por un puente de madera y al otro lado los esperamos sus nuevos compañeros quienes, mayores que ellos, les brindaron su nuevo pañuelo y les leyeron algunos de los valores humanos en los que se enfocarían en ese nuevo rango: sabiduría, coraje, autocontrol, amor, esperanza, justicia y fe. Justo cuando ya eran los mayores de su tropa fue tiempo de hacer una transición, lo cual es salir de la zona de comodidad. Llegar a un nuevo rango donde ahora son los más pequeños y continuar con nuevas cosas para aprender.
En la niñez, de acuerdo a la edad, a las habilidades, a las instituciones, hay transiciones que facilitan el proceso de avanzar. En el mundo de los adultos es diferente; una vez se sale de la universidad, avanzar y salir de nuestra zona de comodidad es algo para lo que hay que prepararse y aplicar para que alguien, después de nosotros mismos, nos dé la oportunidad de avanzar y progresar.
Salir de la zona de comodidad puede crear sentimientos de miedo, duda y hasta de frustración, los cuales son los guardianes del progreso; si podemos enfrentarlos y evolucionar más allá de ellos. Sólo piense en una acción que le permita acercarse a ese puente mental llamado bienestar en el que se va a encontrar con nuevas formas de re-inventar su realidad. Una acción puede ser una llamada, una conversación, un retiro espiritual, una conversación con su líder espiritual, un mentor o con Dios, así como la consulta con un profesional que le ayude a hacer cambios o planee regresar a la universidad a estudiar. Escoja una de estas o cualquier otra acción que le permita empezar a salir de su zona de comodidad de una forma tranquila y segura para mirar más allá de su realidad mental y espiritual y que lo va transformar en su realidad física.