El expresidente Donald Trump voló desde Florida a bordo de su avión privado rumbo a Nueva York para comparecer por cargos de soborno. La ciudad más grande del país reforzó la seguridad y advirtió a los posibles manifestantes que «no era un patio de recreo para su ira fuera de lugar.»

La caravana de Trump desde su club de Mar-a-Lago hasta su Boeing 757 rojo, blanco y azul, blasonado con su nombre en letras doradas, fue retransmitida en directo por la televisión nacional. Pasó junto a seguidores que agitaban pancartas y vitoreaban, denunciando que el caso contra él -derivado de pagos realizados durante su campaña de 2016- tenía motivaciones políticas.

La escena era muy diferente en Nueva York, donde Trump se labró un perfil nacional en los negocios y el espectáculo, pero se hizo profundamente impopular al pasar a la política. Los fiscales dicen que el caso no tiene nada que ver con la política y han defendido el trabajo del fiscal del distrito de Manhattan, Alvin Bragg, que lo dirige.

La vuelta del lunes a la ciudad abre un capítulo sin precedentes en la historia de Estados Unidos, ya que Trump es el primer expresidente que se enfrenta a cargos penales incluso cuando está en medio de una tercera campaña por la Casa Blanca. Está provocando que grandes acontecimientos jurídicos, políticos y culturales colisionen de una forma sin precedentes.

El expresidente y sus ayudantes están abrazando el circo mediático. Tras ser sorprendidos inicialmente por la noticia de la acusación cuando se conoció el jueves por la noche, Trump y su equipo esperan utilizar el caso en su beneficio. Aún así, el lunes pidieron al juez que prohibiera la cobertura fotográfica y de vídeo de la comparecencia.

Repitiendo su frecuente denuncia, Trump publicó: «CAZA DE BRUJAS» en sus redes sociales.